Editor de adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e Innovación en Comunicación
En los últimos años ha ido cobrando una relevancia creciente el concepto de «ciencia abierta», un movimiento que fomenta que la investigación científica, las metodologías, técnicas de investigación, obtención de datos y resultados de las investigaciones sean compartidos entre los miembros de la comunidad científica, reutilizables y accesibles al conjunto de la sociedad, de forma libre y gratuita. El programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea declaraba en 2017 que «la ciencia abierta» es también una respuesta a la «demanda para abordar los cambios sociales de nuestro tiempo», que ha de contribuir al incremento de «la competitividad y el empleo», al fomentar la participación y colaboración entre científicos desde una perspectiva internacional.
El Center for Open Science (COS) señala que un aspecto central para el desarrollo de la ciencia abierta es la reconceptualización de la difusión y evaluación de la investigación, para lo que es necesario promover el trabajo colaborativo con y entre los editores y las más diversas organizaciones, con el fin de establecer flujos de trabajo que puedan conectar mejor las revisiones de la comunidad de preprints con la labor de revisión por pares organizada por las revistas científicas. Un aspecto central para el desarrollo de la ciencia abierta es la progresiva implantación del sistema del open peer review o revisión abierta. La pregunta que surge inmediatamente es: ¿está el sistema científico español y latinoamericano preparado para la adopción de un modelo así?
En un reciente post, en este mismo blog, la profesora Belén Puebla, editora jefe de index.comunicación, integrada en la plataforma de revistas de comunicación PlatCom, describía los tipos de revisiones que se pueden encontrar en una revista científica, y explicaba que la revisión abierta ofrecía una serie de ventajas —el fomento del diálogo entre autores y revisores—, pero también inconvenientes —la falta de profundidad crítica en las revisiones y la posibilidad de que se generen disputas entre ambas instancias—. En efecto, parece lógico pensar que un sistema de revisión abierto podría prosperar en un contexto de madurez científica, en el que los investigadores están muy acostumbrados a la cultura de la evaluación. En nuestra opinión, el campo científico de las ciencias de la comunicación es todavía muy joven, en el que todavía no se ha alcanzado una suficiente madurez, si se compara con otros campos científicos de las humanidades y de las ciencias sociales. En verdad, el propio sistema científico español dista mucho de haber alcanzado esta ansiada madurez, cuando continuamente se está debatiendo cómo deben ser evaluados los profesores universitarios, y no se han alcanzado los consensos necesarios asuntos tan básicos como la identidad de un campo científico como comunicación, su lugar entre las ciencias sociales y el arte y las humanidades, la existencia de una cartografía del campo científico, el papel de las revistas científicas para la difusión científica en relación con los libros y capítulos de libros, etc.
Por otra parte, en un sistema de revistas científicas en comunicación como el español y latinoamericano, nos parece bastante difícil implantar un modelo de revisión abierta, en un contexto en el que todavía no se comprende ni siquiera la relevancia de la figura del editor (de revistas científicas, pero también de libros y obras colectivas) —como ocurre con muchas agencias de evaluación de la calidad universitaria—, a diferencia de lo que sucede en el mundo académico anglosajón. Como se señala en el portal del Proyecto Foster Open Science, la ciencia abierta es mucho más que la disponibilidad en acceso abierto de publicaciones y datos: la ciencia abierta representa una apertura del proceso científico, que persigue reforzar la Responsabilidad Social Científica (RSC), que en última instancia se propone favorecer «la traslación del conocimiento científico a la sociedad». En realidad, la ciencia abierta representa un cambio revolucionario en la forma misma de entender y practicar la actividad investigadora.
Por el momento, es recomendable seguir atentos a la ingente literatura que se viene generando sobre el tema. En este sentido, nos parece imprescindible la lectura del Manual de capacitación sobre ciencia abierta, elaborado en 2018 por un grupo de científicos, reunidos en la Biblioteca Nacional Alemana de Ciencia y Tecnología, una obra abierta que se propone fortalecer a la comunidad de formadores en ciencia abierta para tratar de mostrar cómo difundir mejor sus ideas y principios. Como se indica en este manual, más allá de los inconvenientes señalados, la revisión por pares abierta promueve una mayor transparencia y responsabilidad entre los revisores, al reducir las oportunidades de sesgos o conflictos de interés no explicitados; la evaluación abierta agrega otra capa de control de calidad, permitiendo a la comunidad científica examinar las revisiones y los procesos de toma de decisiones; la identificación de los revisores y la realización de informes abiertos puede impulsar la realización de informes más rigurosos, además de aumentar el reconocimiento público del trabajo de los revisores; e, incluso, se señala que la participación abierta podría superar los problemas asociados con la selección editorial de revisores, que siempre sufre algún tipo de sesgo, favoreciendo la selección de jóvenes investigadores que pueden tener nuevas oportunidades.
Por otro lado, nos parece que la revisión abierta necesitaría otras condiciones para el desarrollo de la investigación, bien diferente al de nuestra realidad cotidiana, en la que domina la máxima «publish or perish», en la que sufrimos una fuerte presión por publicar, y en la que imperan criterios cuantitativos, cuánto y dónde se publica, por encima de lo que se publica. La ciencia abierta necesitaría la creación de un entorno de «slow research», parafraseando y transponiendo la afortunada expresión acuñada Maggie Berg y Barbara K. Seeber en su obra The Slow Professor. A mi juicio, apelar al modelo de ciencia abierta representa una reivindicación de otra manera de entender y abordar la investigación, de una nueva actitud ante el conocimiento.
Es evidente que un modelo de revisión abierta sólo puede prosperar en un entorno de máxima transparencia. En este sentido se han realizado esfuerzos importantes, desde la dirección de las revistas de comunicación en los últimos años. Por ejemplo, son numerosas las revistas científicas que publican periódicamente el listado de revisores que han participado en la evaluación de los artículos publicados y rechazados, en periodos temporales concretos. Pero es cierto que queda mucho camino por recorrer. Entre otras iniciativas, se nos ocurre que podría ser un ejercicio de transparencia la publicación de las cuentas económicas de las revistas, hacer público el modelo de gestión de las revistas, como lo hacen las entidades públicas, o la creación de una figura de «defensor del autor», cuando se producen conflictos de intereses, que podría regularse desde plataformas de revistas científicas, lo más amplia posible.
En definitiva, puede parecer que «la ciencia abierta terminará con la revisión ciega», pero en un campo como el de las ciencias de la comunicación y en el contexto científico español y latinoamericano, creemos que todavía quedan bastantes años para que un cambio tan profundo pueda tener lugar.