Continuamos con el segundo post de la serie sobre ética de la revisión, de la mano de COPE.
¿Qué se espera de quien revisa textos científicos? ¿Cuál es la expectativa que se genera en el equipo de edición de la revista? ¿Qué actuaciones resultan imprescindibles? ¿Qué acuerdos tácitos podemos visibilizar?
COPE (Committee on Publication Ethics) tiene una serie de recomendaciones que debería conocer cualquier persona que sea contactada para revisar. Estas son:
– responder en un plazo razonable, primero a la petición de revisión para decir si se acepta o no. Luego, en el plazo propuesto para el envío del informe.
– poner en conocimiento de quien edita la revista si no se tienen los conocimientos necesarios para llevar a cabo la revisión o si se puede evaluar sólo una parte del manuscrito, indicando claramente las áreas en las que sí se podría actuar. Muchas revistas añaden un texto de conformidad donde se pueden indicar estas circunstancias, al contestar al email de petición.
– aceptar la revisión solo si hay seguridad en devolverla en el plazo propuesto. Si se necesitara una prórroga o, por circunstancias sobrevenidas, no se pudiera cumplir con el plazo, conviene avisar cuanto antes a quien edita. Las revistas, igualmente, deben facilitar la comunicación de estos imprevistos. Algunos sistemas electrónicos no prevén la reversión de la aceptación inicial, complicando el proceso.
– declarar cualquier posible conflicto personal o competencial (personal, financiero, intelectual, profesional, político o religioso…), pidiendo consejo a la revista si hay duda acerca de lo que puede constituir un posible obstáculo. Las revistas deben orientar, en sus apartados éticos, sobre las situaciones que consideren conflictivas para la revisión. Por ejemplo: trabajar, incorporarse en breve o estar en un proceso de selección en la misma institución que alguna de las personas firmantes; ser o haber sido recientemente (3 últimos años) mentor/a, compañero/a de clase, colaborar de forma cercana o disfrutar de una beca conjunta; tener una relación personal estrecha con quienes firman.
– revisar de nuevo cualquier texto que se haya revisado previamente para otra revista, ya que puede haber cambiado entre los dos envíos y los criterios de evaluación y aceptación de las revistas pueden ser diferentes.
– asegurarse de que las sugerencias que se facilitan cuando la revista pide revisores/as alternativos/as se basan en la idoneidad y no se ven influidas por consideraciones personales y no se hacen con la intención de que el texto reciba un resultado específico (ya sea positivo o negativo).
– no aceptar la revisión de un manuscrito sólo para tenerlo a la vista sin intención de presentar una revisión.
– negarse a revisar si se sienten incapaces de proporcionar una revisión justa e imparcial.
– negarse a revisar si han participado en el trabajo del manuscrito o en su presentación.
– declinar la revisión si se les pide que revisen un manuscrito que es muy similar a uno que tienen en preparación o en consideración en otra revista.
– no revisar si no se comparte el modelo de revisión por pares utilizado por una revista (por ejemplo, si utiliza la revisión abierta y se publican los nombres de quienes revisan).
Muchas consideraciones a tener en cuenta. Nadie dijo que fuera fácil. Me gusta insistir en que el sistema de revisión, y el de publicación científica, se sostiene gracias a la actuación responsable de quienes investigan. Conocer lo que siempre ha sido tácito permite perfeccionar lo que hacemos y situar los límites de lo aceptable.